Enero es el mes de los propósitos, los cuales suelen implicar un cambio en nuestros hábitos diarios, si queremos mejorar nuestra salud, ahorrar dinero o simplemente sentirnos mejor, hacemos cada año una lista de propósitos. ¿Alguna vez has hecho una lista similar para el salón de clases? Pequeños cambios pueden hacer grandes diferencias. Deseamos cumplir nuestros propósitos para sentirnos bien, por lo que cambiar algunos hábitos en el aula podrían ayudarnos tanto en nuestra vida diaria y como a nuestros alumnos.
Aquí hay algunos hábitos que podrías implementar o cambiar en tu salón de clases para comenzar este año con el pie derecho.
Más allá de las calificaciones, los alumnos necesitan saber que tú los ves, que los escuchas y que el esfuerzo (o la falta de él) afecta su desempeño en el salón de clases, por eso hacer un espacio para darles retroalimentación es muy importante para ellos, de esa forma comenzarán a engancharse más con tu clase, a interesarse en la clase y a comprometerse con mejorar. ¿Cómo darles retroalimentación? Puedes hacerlo de forma sutil, pero constante, durante las clases, reconocer sus esfuerzos o pedirles un poco más de participación cuando les gana la apatía puede funcionar, pero también darte el tiempo de darles, una vez a la semana, una nota personalizada sobre su desempeño en clase puede cambiar mucho las cosas, procura enfocarte en los aspectos positivos o hacer que las notas se enfoquen más cosas propositivas que restrictivas, es decir, no los limites, mejor guíalos.
Este es fuera del salón de clases, pero puede servirte al interior. Es un hábito que requiere disciplina, porque es muy normal que todo el día, el trabajo esté presente en nuestras mentes, pero crea un espacio en el día en el que todo lo relacionado a la escuela, tus alumnos, las tareas, las evaluaciones o los padres de familia quede fuera, puede ser incluso mientras haces otras tareas, pero esfuérzate por dejar de lado tu tensión de docente y concéntrate en otras cosas, mientras cocinas o miras televisión aleja tu mente de sus compromisos, lo ideal son un par de horas, pero comienza con unos minutos al día.
Tus alumnos y tú estarán juntos algunos meses más y para que la convivencia y la enseñanza rindan frutos, crear un sentimiento de comunidad entre tus alumnos puede ser una gran herramienta, además de que servirá para fomentar la empatía, la participación, el apoyo y el trabajo en equipo. Designar algunos minutos del viernes, por ejemplo, a una asamblea de clase o para compartir sus experiencias o puntos de vista, así como los trabajos en equipo y el aprecio por las diferencias que cada quien aporta, son puntos importantes para que se sientan parte de un equipo.
No solo los alumnos, los maestros también necesitan sentirse parte de una comunidad y comunicarse con sus compañeros, para que todos se sientan menos solos. Y aunque no siempre es fácil incidir en el ambiente laboral o acercarse a las autoridades para crear lazos entre los docentes, si es posible comenzar por nosotros mismos y sencillamente ser buenos colegas, escuchar, compartir, apoyar, ayudar. No se trata de nada más que de ser, activamente, buenos compañeros.
Dentro del salón de clases muchas cosas puede salirse de control con facilidad, pues se trata de mucha gente en un mismo espacio, pero muchos factores que ponen en peligro el tiempo de tu clase puedes resolverlos con pequeños cambios en el día a día. Crear rutinas bien establecidas ayudará a tu clase a apegarse a un ritmo y te ahorrará tiempo, lo cual te ayudará a fomentar nuevos proyectos. Es simple, establece claramente cómo empezar el día, cómo recoger tareas, cómo pedir permisos, qué hacer al entrar o salir del salón, deja claras cuáles son las prioridades en tu salón, para ahorrar tiempo de organización o diálogo.