El próximo domingo 7 de abril se hará el cambio de horario de verano, por lo que en gran parte del país los relojes tendrán que adelantarse una hora. Esta medida se aplica desde hace 23 años, con la idea de ahorrar energía eléctrica durante las horas de más luz. Esta es una estrategia adoptada en 86 países, alrededor del mundo, aunque todavía levanta muchas dudas.
En nuestro país, el cambio de horario comenzó en 1996, esta decisión fue más allá de aprovechar la luz solar y del ahorro energético, pues también se determinó que el desfase de horarios con los Estados Unidos afectaba las operaciones financieras y los vuelos internacionales.
Aunque han sido ya muchos años de llevar a cabo este ajuste, a la mayoría todavía nos cuesta trabajo adaptarnos a él, especialmente en los primeros días tras el cambio. Esta dificultad puede ser aún mayor en nuestros estudiantes, pues los niños y los adolescentes deben reajustar sus rutinas diarias a un nuevo horario.
¿Qué cambia, además del horario?
Nuestro cuerpo resiente el cambio, ya que no puede adaptarse a él de forma racional. Nos da hambre más temprano, nos da sueño más tarde, esperamos salir una hora antes o después, etc. Estos ajustes traen afectaciones en diversas actividades, pero quizá la más notoria es en nuestro ciclo de sueño, que inevitablemente se altera. También es normal cierto mal humor, ansiedad, irritabilidad y apatía.
Esto puede traer algunos problemas en el aula, pues tendremos alumnos más inquietos o más cansados, hambrientos, con problemas para concentrarse, etc.
Los expertos también aseguran que este cambio implica también un cambio en todas las funciones del organismo, como las hormonales, cognitivas o el control del estado de ánimo. Afortunadamente, ninguno de estos cambios es permanente, aunque a los más pequeños les puede tomar desde dos semanas hasta dos meses adaptarse.
Cómo reducir el impacto del cambio horario
Para que nuestro salón de clases no sea un caos durante los primeros días, los expertos recomiendan que, al menos una semana antes del cambio de horario, se adelanten o atrasen todas las rutinas diarias.
En casa, la hora de dormir, la hora del desayuno, la comida y la cena y la hora de levantarse deberían ajustarse unos minutos para que el cambio sea menos brusco.
En la escuela, podemos también implementar estas medidas, ajustando unos minutos las rutinas de nuestro grupo. Incluso la hora del recreo, los recesos, la ingesta de alimentos e incluso la entrada o la salida nos ayudará a que nuestros estudiantes resientan menos el cambio. Lo ideal sería comenzar unos quince días antes, para aumentar poco a poco los minutos, pero con tan solo unos días podríamos prepararlos mejor.
Es importante también que tanto maestros, como padres expliquen a los niños que son estos cambios de horario y para qué se hacen. Entre más se hable al respecto, se les ayude a notar los cambios en la luz y nuestras actividades, se sentirán más seguros al respecto.
¿Crees que estas medidas ayudarán a tus alumnos a estar más tranquilos?