Tan fácil que es de vez en cuando hacer un oso monumental y tan extraño que resulta, bien pensado, decir las cosas así. Porque ¿qué tiene que ver un oso con ese ridículo que hicimos en las vacaciones, en la escuela o en la casa?
Aunque en México e Hispanoamérica la frase es muy común, su origen no está muy claro para este lado del charco. Surgió en Europa, en España específicamente, y en lo común que era ver osos pardos en los siglos XVII y XVIII por los poblados, animales feroces que atacaban de vez en cuando. Sin embargo, cuenta la leyenda, que alguna vez un grupo de gitanos se quedó con un osezno y notó que al convivir con humanos era dócil, por lo que lo entrenaron para el espectáculo, bailes torpes de oso que hacían a la gente divertirse. Esto dio pie a que la gente comparara a quienes hacían el ridículo o que se hacían los graciosos en público con los osos, con el tiempo se acuñó la frase “hacer el oso”. ¡Qué oso!