Si bien las lenguas son distintas en todas partes y es difícil comunicarse con alguien si habla un idioma distinto al nuestro, hay, en todo el mundo, señales de una comunicación universal o por lo menos muy intuitiva. Asentir con la cabeza, exclamar dolor y algunos símbolos tienen algo que nos ayudan a comunicarnos incluso con personas al otro lado del mundo. Un ejemplo es la flecha.
El origen de este sencillo dibujo está en nuestro pasado de cazadores, como humanidad, el arco y la flecha fueron de las primeras herramientas que nos ayudaron a sobrevivir y conseguir alimento, también fueron las primeras armas utilizadas en las guerras. En el arte clásico y en la literatura antigua, las flechas son símbolos de conocimiento y virilidad, aunque también de peligro. Representan los rayos de sol, por lo que hay algo de vida y luz en su representanción. Con el nacimiento de la navegación, de la cartografía y la sofisticación de las construcciones, la humanidad encontró en la punta de la flecha un medio para señalar direcciones específicas, pues al lanzar una flecha hay una trayectoria muy clara, que comienza en la punta, a la cual sigue el cuerpo y el viento.
Poco a poco, al dibujo se le dota de sentido y se convierte en algo mucho más esquemático, que incluso se utiliza en matemáticas, lógica y computación, así como en las calles de todo el mundo.